Invierno 2002, Córdoba. Terminó la comunicación diciendo:
–Corto, llego tarde. Tengo controles femeninos de rutina… DĆas despuĆ©s, esperĆ”bamos a ser llamadas por el mĆ©dico que revisarĆa los estudios en el centro ginecológico. Una mujer pregunta:
–¿Alguna de usted es Alba? -distraĆdas poniĆ©ndonos al dĆa, no escuchamos el llamado proveniente del altavoz- entramos al consultorio todavĆa hablando de la obra de teatro que vimos juntas, la noche anterior.
-¡Hola feas! -bromeó el doctor- tomen asiento.
-¡Hola Dr. PĆ©rez! ¡Gracias!, respondimos al unĆsono.
Abrió los sobres y analizó uno a uno cada resultado… Su conclusión, sonó como el Cric de la ruleta rusa de la obra de teatro. Paró la escena. Se desplomó el telón.
Esta vez; el silencioso acecho traicionero del innombrable verdugo, seƱalaba su mama izquierda; revelando secretos arcanos guardados con amor de hija, hermana, mujer, madre, amiga. Secretos de esa mujer que sostuvo a fuerza de corazón, sin sosiego, la vida de los suyos…; siendo confesor, mediador, Ć”rbitro, intĆ©rprete, mendigo, paciente y comprensivo restaurador de paz. Sin advertir, que las angustias y dolores ajenos o propios, atravesaban su piel refugiĆ”ndose sutilmente en el pecho; ese pecho en el que ahora, crecĆa impiadoso el temible CĆNCER.

Visitamos doctores; hicimos estudios y mĆ”s estudios, prĆ”cticas, punciones, autorizaciones. ¡Tanto mĆ”s!... El dĆa llegó… Antes de salir de la casa fue al jardĆn; cortó una bella Rosa que anunciaba el final del invierno. Cargó agua en el pequeƱo florero de cristal; puso la flor adentro y lo dejó sobre su mesa de luz, obsequiĆ”ndola a su madre que la cuida desde el cielo.
Verano 2003, Córdoba. Entró un enfermero al bonito cuarto de la clĆnica “Mujer”; empujaba una silla de ruedas.
-¡Buen DĆa! -nos dijo- poniendo sobre mi falda una bolsa transparente sellada, impregnada de blanca esperanza y salud sanatorial. Pudorosa, entró al baƱo a cambiarse; dejó sobre la cama el camisón verde agua con bordados rococó. Pretendió mostrarse valiente y serena, para que yo no advirtiera su angustia mortal.
CaminĆ© a su lado. Se despidió con su tĆpico gesto de resignación, diciendo casi irónicamente:
-¡tranquila querida!, me juego la vida esto, serĆ” historia, -algo mĆ”s que aprender.
Levantó los hombros; juntó las manos cruzando los dedos y apoyó sobre ellas la pera, -diciendo: -¡Esta vez me tocó a mĆ!... Volvió a regalarme una sonrisa y esa mueca de autĆ©ntico rendimiento y entrega a los designios de Dios. Su mirada gritaba “¡¡Tengo mucho miedo!! ¡¡Siento terror!!” -pero no lo dijo. Su rostro muy pĆ”lido, labios blanquecinos de apretar muy fuerte; sus manos temblaron apartando la Ćŗnica lĆ”grima que se permitió soltar…Cerraron las puertas del frĆo quirófano. SentĆ que las piernas se me aflojaban y resbalĆ© hasta caer de rodillas al piso. Una densa nube me envolvió en desazón; “¿¡Hasta cuĆ”ndo nos la dejarĆa Dios!?”. VolvĆ al cuarto, abracĆ© el camisón todavĆa calentito; ella seguĆa ahĆ en su dulce perfume… Llorando casi me dormĆ; sobresaltada abrĆ los ojos; corrĆ a la capilla. PasĆ© horas repitiendo letanĆas, sĆŗplicas y hasta reproches rabiosos a Dios…
Al verme su corazón sonrió. Profundo y descuidado abrazo nos dimos llenas de emoción, -dijo:
-¡Estoy bien hija! ¡acĆ” estoy ya pasó!...
Calmaba mi angustia, mis miedos, mi larga maƱana de desconcierto y temor… Pronto, como si fuera un Roble volvió a ponerse de pie. Volvimos a ver juntas muchas obras de teatro, atentas, desde nuestras butacas y en escenarios de la vida misma tambiĆ©n… La vida continuó… Agradeciendo cada instante, cada amanecer, cada gota de aire, cada dĆa de lluvia o de tormenta y de sol tambiĆ©n… Ella siguió siendo Alba. MĆ”s sabia; esforzĆ”ndose por ser feliz, con esa manera Ćŗnica y contemporizadora, continĆŗo uniendo y conteniendo a sus amores. Durante aƱos y cada tarde, fue mi compaƱera de agradables minutos de charla telefónica. Cada vez que podĆa me tomaba un recreo laboral y viajaba a pasar unos dĆas con ella acercando nuestros distantes mundos familiares.
OtoƱo 2017, Porto Galinhas. La somnolencia jugueteaba en el pestaƱeo, abriendo y cerrando mis ojos que imploraban dormir unos minutos mĆ”s; un fresco aire de mar, pretendĆa despertar mis sentidos; cuando entre sueƱos escuchĆ© su voz…
- ¡¡Chaau querida! me han llamado… Me tengo que ir.
MirĆ© hacia la ventana, se la veĆa preciosa, distendida, radiante. Sus pies descalzos jugaban con pequeƱas olas, y la colchoneta azul en la que flotaba se alejaba mĆ”s y mĆ”s… Sobresaltada gritĆ©:
-¡¡TĆĆĆa!! espĆ©rame ¡¡no te vayas asĆ!!...
Me obsequió una última sonrisa y el brillo tierno de su franca mirada, diciendo:
-¡Siempre estarĆ© cerca tesoro! ¡Solo recuĆ©rdame feliz!... ¡Volveremos a vernos y a reĆr!
Pasaron los aƱos… A veces encuentro como un fantasma, su mirada de temor… Y siento el corte, la mutilación. TambiĆ©n su entereza, su fortaleza, sus ganas de vivir… Su compromiso con todos… Siento en mi cuerpo sus silencios, sus soledades, sus secretos guardados, su dolor que fue tambiĆ©n mĆo y pienso, “CuĆ”ntas lĆ”grimas no lloró”, “CuĆ”nto resignó por amor”.
Ella nunca se quejó y hasta el Ćŗltimo aliento de vida; fue mi TĆa Amor. La recuerdo, feliz.
El cÔncer nos atravesó a las dos.
Paloma del Cedro
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