Empobrecidas y castigadas por una brutal sequía, esa mañana las familias productoras salieron de sus chacras, surcaron las picadas de tierra roja y avanzaron hacia a Oberá decididas a alzar la voz. Las columnas, pacíficas, provenían de Los Helechos, de Ameghino, de Panambí, de Guaraní, de Campo Viera y otros puntos de la región. Mujeres, niños, ancianos, hombres. La policía de Oberá, encabezada por el comisario Berón y refuerzos de otras localidades, junto a un grupo de vecinos, emboscaron a las familias campesinas al llegar a Oberá. Días antes, el comisario había “advertido” por distintas vías a la sociedad obereña, que el pueblo sería “asaltado” por “colonos comunistas”.
El periódico anarquista La Obra, publicó entonces que los muertos fueron diez, entre ellos Vasilicia Savitsky, de 13 años de edad, quien fue fusilada ya en la noche, mientras salía del monte dónde se había escondido ante el horror. Una bala Mauser le atravesó la espalda.
La Masacre de Oberá incluyó además, en horas y días posteriores a la emboscada, todo tipo de vejaciones perpetradas contra mujeres y hombres en las colonias, como ser torturas, violaciones y robos.
En tiempos en que ciertos sectores poderosos se arrogan la representatividad de un todo al que llaman “campo”, resulta vital mantener viva la memoria de episodios como éste, contextualizado en las luchas agrarias que históricamente mantuvieron los pequeños productores y peones rurales, perjudicados siempre por la avaricia y los privilegios de patronales explotadoras.
Por Sergio Alvez desde #Misiones

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