Arde el Frente de Todos: cómo se resolverá la interna oficial

#AhoraMisiones No se habla de otra cosa. Ni en el Gobierno ni en la oposición. Cristina y Máximo Kirchner reafirmaron su centralidad extrema en el mapa político con una imponente movilización por el 24M, donde se ostentó aparato, disciplina y mística. Si en algo se parecen el kirchnerismo genético y el peronismo fundacional es en la cantidad de veces que se pronosticó sus respectivas muertes. Perón murió y le siguen cantando multitudes, sin importar demasiado si saben al dedillo de qué se trata la canción. Cristina vive, nominó al último Presidente de la Nación y -vía Máximo y los muchachos camporistas- puede definir su futuro institucional y político. No es poco poder. ¿Les alcanza para ganar y gobernar? Todo indicaría que no, pero les sobra para arruinarle la tranquilidad a cualquiera.

CFK fue previsible al expresarse por sus redes sociales sobre el 46° aniversario del sangriento golpe cívico-militar de 1976. Claro que se esperaba un pronunciamiento más extenso que los escasos 200 caracteres que utilizó para lanzar dos tuits, uno al principio de la jornada y otro al final, ambos con el foco puesto en destacar la nutridísima movilización de La Cámpora y sus satélites partidarios. Hace semanas que brilla por su ausencia una de sus ya clásicas cartas abiertas. Sin embargo, al poner el índice sobre su ruidosa tropa propia, confirmó lo que mínimamente se esperaba: es ella quien los bendice y los anima en sus choques contra el presidente Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán, hacedores del pacto con el FMI y una mayoría parlamentaria que rechazaron integrar.


Por lo visto en la calle, desde la concentración en la ex ESMA hasta el arribo a la Plaza de Mayo, los desgajamientos supuestos en el ala más K de los K no fueron tales. Las presencias de Axel Kicillof y Wado de Pedro en la columna comandada por el primogénito de La Jefa, demostraron que sus posiciones "moderadas" frente al acuerdo con el Fondo sólo tuvieron que ver con sus responsabilidades gubernamentales. Habrían sido el testimonio práctico de que la voluntad de romper está, por ahora, mucho más abajo del primer renglón en el pliego de condiciones camporistas. Ese "doble juego" del gobernador bonaerense y el ministro del Interior nacional explicaría, también, por qué Máximo, desde que renunció a la titularidad el bloque de Diputados, expresó más protestas que propuestas. Es que no están discutiendo el Gobierno, están marcando ni más ni menos que el territorio del poder.

Le tocó a Andrés "Cuervo" Larroque, ministro social de Kicillof, ser el más explícito en las críticas al Presidente, que también incluyeron a Sergio Massa. Tanto a uno como al otro les echó en cara sus viejas críticas extremas a CFK, como para dejar claro que aquí no sólo critica el ultra kirchnerismo. Sin embargo, hubo una poco sutil diferenciación: a Alberto Fernández se le recordó el haber sido jefe de campaña de Florencio Randazzo en 2017, con quien conquistó un raquítico 4%. Faltaron ese tipo de incriminaciones a Massa: primero, porque su Frente Renovador fue clave para la derrota de 2019; y segundo, porque el diálogo con el tigrense sigue siendo óptimo. Le agradecen, entre otros tantos agradecimientos, el no haber hecho leña del árbol caído con los "desertores" de la discusión parlamentaria por la refinanciación de la deuda externa.

Aquel 4 enrostrado a Fernández, en cambio, fue de copas. Se trata del dato sustancial para sugerirle al principal inquilino de la Casa Rosada para que ni se le ocurra desarrollar su ansiado "albertismo" al margen de una fuerza con semejante capacidad de daño. Ensambla con el mensaje solapado que se le envió al Presidente de la Nación desde distintos "campamentos" K, como el Instituto Patria, la apedreada Presidencia del Senado y el gabinete bonaerense: que "así, el 2023 está perdido".

¿Juegan a perder? No. ¿Ven posible ganar? Hoy por hoy, tampoco. Pero de ahí a dar todo por perdido hay un largo tramo por delante. "Juegan a contener a los desencantados, que son muchos, mientras Alberto y Sergio se plantan en la moderación institucional. Están buscando pactar las condiciones de la eventual sucesión el año que viene, para hacer volar los puentes siempre queda tiempo", aporta un reconocido consultor que dialoga por igual con albertistas, renovadores y camporistas. "Alberto no está para echar a nadie de la plaza, sobre todo porque tiene clarísimo que no es Perón. Pero tampoco está para hacerse el loco: los desembolsos de dólares del Fondo y de la soja pueden venir muy bien para cambiar los estados de ánimo", especula.

La oposición y cierto establishment alentaron hasta ayer al dueño de Dylan para que se anime a cortarse solo en pos de un liderazgo propio. La idea se hizo carne también en un sector minoritario del entorno presidencial. Hoy, unos dan por hecho y otros temen más que nunca que sacar pecho de más implicaría rogarle a Juntos por el Cambio que se convierta en garante de la gobernabilidad hasta el traspaso del mando a un sucesor salido de sus filas.

En las próximas semanas, cuando las espumas del Caso FMI vayan bajando, se verá hasta dónde llega la tregua que necesariamente buscan desde ya mismo los principales referentes del Frente de Todos. Por lo pronto, da para proyectar que sus pilares básicos pasarán por algunos reacomodamientos de gestión, el lanzamiento de una agenda convocante para transitar la emergencia y una visión menos difusa de cómo podrían llegar a ser unas PASO del oficialismo, siempre y cuando se adviertan chances de hacer un papel digno en las urnas.

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